domingo, 1 de marzo de 2015

Tiempo de Conversión hacia la Pascua redentora

Por: Fray Luis O. Padilla Cruz, OFMCap


El Bautsimo de San Agustín de Hipona. Fuente: St. John's, Memphis.

Una vez más el Señor nos concede  celebrar y vivir esta Santo Tiempo de Gracia de la Cuaresma. La palabra cuaresma, viene del latin “quadragessima” significa cuarenta. Su origen en la Iglesia viene a ser la preparación próxima para la celebración anual de la Pascua del Señor, en la cual conmemoramos la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Por otro lado, tenía también un carácter de preparación al Bautismo de los catecúmenos adultos, y era también el tiempo donde los Penitentes públicos entraban en el “Ordo paenitentiarum” en el Orden de los Penitentes.

Estos eran pecadores públicos quienes hacían penitencia de manera particular por los pecados de adulterio, apostasía y asesinato. Estos tres pecados gravísimos, al romper con la comunidad creyente, requerían antes de ser perdonados hacer penitencia pública para reparar la falta cometida y mostrar así el arrepentimiento sincero. Cuando se hacía penitencia por alguno de estos pecados, el tiempo de penitencia podía durar años, lo que implicaba hacer obras de misericordia, de penitencia, peregrinaciones, ayunos, abstinencia, etc. Los penitentes de vestían de saco, se echaban ceniza en las cabezas, y no podían participar plenamente del culto, es de sir de la misa. Se quedaban al comenzar a hacer penitencia, en las puertas de la iglesia y pedían a los demás fieles, que oraran por ellos. Luego a medida que avanzaban en su camino penitencial, ya próximos a concluir su penitencia, participaban junto a los catecúmenos de la primera parte de la Misa, la Misa de los catecúmenos. Y finalmente, en el Triduo sacro, recibían la absolución del obispo o del sacerdote, y así en la Pascua se reintegraban en la comunión eucarística con los demás fieles. Como por estos pecados, solo se podía hacer penitencia y ser absueltos una sola vez después del bautismo, muchos retrasaban el bautismo para cuando eran adultos. Esto llevaba a que se oponían a morir sin el bautismo. Así, comenzó a surgir la penitencia privada, que es el modo actual del sacramento de la confesión. El penitente decía sus pecados, el sacerdote le imponía la penitencia y luego era absuelto, y el fiel reconciliado, realizaba luego la penitencia. Así, el ejemplo de abnegación de aquellos penitentes públicos quedo en el pasado, pero, su espíritu de penitencia paso al tiempo cuaresmal. De ahí, la imposición de cenizas el primer día de la cuaresma, los ayunos, mortificaciones, peregrinaciones, caminatas penitenciales, promesas y hábitos, son prácticas que nos vienen del modelo del ordo penitencial antiguo.

Por eso, la Iglesia encuentra el origen de la cuaresma en el ayuno de 40 días de nuestro Señor Jesucristo en el desierto. La Iglesia, sigue a su Señor al desierto en la cuaresma y con el ayuna y ora y enfrenta las tentaciones para con Cristo triunfar del mundo, el demonio y la carne. Es el sentido del primer domingo de Cuaresma.

El segundo domingo nos presenta la Transfiguración del Señor en el Evangelio de la misa. Jesús después de la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo  les anuncia por vez primera el misterio de su Pasión e inicia su subida a Jerusalén. Ante la reacción de Pedro y sus discípulos, el Señor, les invita a seguirle, por el camino de la cruz si quieren ser sus discípulos. Pero, les anuncia que  algunos de los presentes no morirían sin haber visto antes la gloria de su reino. Así, seis días después de este anuncio, Jesús y sus discípulos, pasan por la Galilea, y suben a un Monte alto, que la tradición de Tierra Santa identifica con el monte Tabor. Allí, ante Pedro, Santiago y Juan, mientras Jesús oraba, se transfiguro ante ellos, y aparecieron Moisés y Elías conversando con Jesús y hablando de su Pasión. Se manifiesta por segunda vez la voz del Padre y la nube, signo del Espíritu Santo, diciendo: “Este es mi Hijo, el Amado, escuchadlo”. Con esta teofanía, el Señor, quiso alentar a estos tres discípulos  que serían  luego testigos de su Pasión en el Getsemaní. Allí lo contemplarían no transfigurado de luz y belleza como Dios, sino, lo contemplaran en el misterio de su agonía, sufrimiento y lucha con la misma muerte cercana, y conformando su voluntad humana con la divina: “Padre, que se haga tu voluntad, no la mía” Así, la transfiguración nos recuerda la meta de la Cuaresma, transformar nuestras vidas a imagen de Cristo.

El tercer domingo, nos trae en el evangelio la escena de Jesús expulsando al demonio de un sordo mudo. Ante esto, los fariseos atribuyen a Jesús el expulsar los demonios por el poder de Belcebú. Jesús, les reprocha su incredulidad, pues, El actúa por el poder de Dios y no por el de Belcebú. Por eso, Jesús les señala que su pecado es gravísimo, es contra el Espíritu Santo, y por eso, no tiene perdón. Por eso, el evangelio, al final nos invitara a Escuchar a Jesús, como lo hizo su madre María, la cual, es elogiada por su ,maternidad por una mujer de entre el pueblo, pero, Jesús la alaba al decir que ella es más dichosa por haber creído y nosotros, si creemos como ella participaremos de su bienaventuranza.

El cuarto domingo, es llamado Domingo de “laetare”. Pues, ya pasada la primera mitad de la cuaresma, estamos más cerca de la Pascua del Señor. Por eso, al igual que el domingo de Gaudete en Adviento, el color litúrgico se torna de morado a rosado. Para indicarnos esta pequeña alegría en medio de este tiempo de penitencia. Escucharemos la multiplicación de los panes y los peces según san Juan, que precede al discurso del Pan de Vida, donde Cristo promete darnos su cuerpo y sangre como alimentos de vida eterna. En la multiplicación de los panes y los peces, se nos anuncia el don de la Eucaristía que Jesús instituirá el jueves en la última cena, antes de su Pasión, como memorial perenne de su Pasión, sacrificio expiatorio de la nueva alianza, real presencia suya entre nosotros hasta el fin de los tiempos y anticipo del banquete de bodas del Cordero.

Con el quinto domingo de cuaresma, entraremos en el tiempo de la Pasión del Señor. En el Evangelio, Jesús después de discutir con las autoridades de los judíos, y manifestarles claramente que él es el Mesías, Hijo de Dios, ellos quisieron apresarlo pero, no pudieron porque aún no había llegado el momento fijado por el Padre. Por eso, al final del Evangelio, nos dice que “Jesús se ocultó”. De aquí, surgió la costumbre de cubrir el crucifijo  y las imágenes de los santos con un velo. Con este signo, nos recuerda la Iglesia que durante su Pasión Jesús nos ocultó su divinidad. La gloria de esa divinidad de Jesús, resplandece en su rostro y en el de los santos. Por eso, cubrimos las imágenes de los santos, pues, en ellos reconocemos la gloria de Dios que resplandece en sus rostros.

Así, llegamos al domingo de ramos, domingo donde la Iglesia conmemora, la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, cinco días antes de su pasión. Por una tradición proveniente de Jerusalén, este día se hace la procesión solemne de los ramos, para dar testimonio público del reconocimiento de la realeza de Jesucristo y junto con El entrar en el misterio de su Pasión. De aquí, que al entrar en el templo, cambia el tono festivo, y celebraremos en la Misa el misterio de la Pasión, cuya lectura evangélica se realiza de modo solemne, para recordar los últimos momentos de la vida de nuestro Salvador y su muerte redentora.

El jueves santo en la mañana, es tradición en Roma celebrar la Misa Crismal, donde se bendicen los santos oleos y se consagra el crisma. En dicha ocasión todos los sacerdotes renuevan sus promesas sacerdotales y la iglesia da gracias este día por el don del sacerdocio ministerial. Luego, en la noche, se celebra la Misa en la Cena del Señor, Donde se realiza el mandato de Cristo, lavar los pies de sus discípulos. Doce hombres, recuerdan a los Doce elegidos por el Señor Para continuar su obra después de su Pascua. Al finalizar la Misa se traslada el Santísimo Sacramento al Monumento, donde velamos con Jesús, damos gracias por el don de la Santísima Eucaristía y recordamos su agonía en el huerto.

El viernes santo, es día de ayuno y abstinencia, conmemoramos la muerte redentora del Señor. Se escucha la Pasión según san Juan, se hace la oración  universal y luego la adoración de la Santa Cruz. Se recibe la santa comunión, de las hostias consagradas la noche anterior, pues, por una antigua tradición en este día la Iglesia no celebra el santo sacrificio. Por eso, a esta liturgia se le llamaba “Misa de Pre santificados”, pues, se trataba de las comuniones “pre-santificadas, es decir, previamente consagradas, el jueves santo.

Finalmente, el sábado santo, con la Iglesia aguardamos la resurrección gloriosa de Cristo. La liturgia se inicia tarde en la noche del sábado santo, comienza con la bendición del fuego y del cirio pascual, el canto del Pregón Pascual, el Exultet. Le sigue la vigilia con lecturas, salmos  y operaciones, liturgia bautismal y renovación de las promesas del bautismo, terminado lo cual, sigue  luego la misa solemne de pascua, que inicia con el Kirie y canto solemne del Gloria. La misa se concluye con el oficio de las laudes. El orden descrito aquí de la vigilia Pascual, es tal como aparece en el misal tradicional. En la liturgia en su forma ordinaria, la liturgia bautismal va después del gloria, esto después de la homilía y antes del ofertorio, pues, las lecturas de la vigilia y la epístola configuran la liturgia de la Palabra de la Vigilia Pascual en la forma ordinaria del Rito Romano.

Por eso, pues, hermanos, vivamos este tiempo, como tiempo de combate espiritual, de seguimiento de Cristo en su Pasión y muerte, para que así, convertidos, vueltos hacia el Señor glorioso crucificado y resucitado, podamos pasar con El de la muerte a la Vida, buscando las cosas de arriba, no las de la tierra, allí donde esta Cristo sentado a la derecha de Dios. Y oremos por los cristianos perseguidos en el medio oriente que están soportando la cruz de la persecución y el testimonio de la fe en Cristo. Que el Señor les conceda mantenerse firmes en la fe de los apóstoles, y reciba la muerte de los que han sido asesinados como testimonio de su fe hasta el martirio.

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